sábado, agosto 26, 2006

Hasta pronto


Bueno, Amo, por fin se va a ver libre de su sumisa silvia durante unos días, aunque no debería hacerse muchas ilusiones porque antes de que se dé cuenta ya estaré de vuelta con mis preguntas, con mis razonamientos y con ese deseo, que cada vez es más sincero y más profundo, de servirle, de obedecerle y de ser usada según su voluntad y sin más límite que el que usted desee poner, para que pueda obtener la mayor satisfacción que esta sumisa sea capaz de darle.
No le voy a ocultar que estoy bastante preocupada, que no tengo miedo ni pienso que vaya a pasar nada malo pero sí preocupación porque las cosas no salgan todo lo bien que todo el mundo que me conoce desea. De todas formas, no es algo que se vaya a ver en poco tiempo y habrá que esperar bastante para conocer los resultados.
Lo que no pienso esperar es a volver a hablar con usted, mi Amo, con mi hermana elena y, tal vez, también con maría. A ser protagonista de esos momentos llenos de fascinación en los que he sido capaz de sentir ese mismo placer que deseo con todas mis fuerzas que experimente usted, esos instantes en los que me somete, en los que me protege y en los que me lleva a un paraíso que no había conocido hasta ahora. Voy a echar mucho de menos todo eso, aunque sólo dure unos días, y voy a sentir un vacío imposible de llenar cuando se acerque ese momento mágico de cada día en el que lo tengo frente a mí, hablándome, preguntándome, enseñándome a disfrutar de ser su sumisa de una forma a la que no creí que se podía llegar. Dentro de unos días, cuando abra los ojos después de que todo haya pasado, sé que será usted, mi Señor, quien estará en mi mente y sé que cuando un poco después regrese a mi lugar, allí estará mi Amo esperándome.
A los que tienen la paciencia de visitar este blog les anuncio que estaré unos días sin escribir ni aparecer por él porque se han empeñado en hacerme un arreglo. Os pido a todos que volváis cuando pase ese tiempo y me déis la alegría de veros otra vez por aquí.

viernes, agosto 25, 2006

La amante sumisa


Siente que su Amo la acaricia y por primera vez sabe que no es una caricia forzada, que ni él abusa de ella ni ella se ve obligada a conceder. Percibe las manos que recorren su cuerpo y que le erizan la piel y le ofrece sus labios voluntariamente, deseosa de establecer ese contacto que ha estado buscando durante tanto tiempo, desde el día en que pensó que no sólo quería ser su esclava, que también anhelaba ser su amante. No hay ataduras, ni pinzas, ni forcejeos. No hay órdenes, ni obediencias, ni insultos. Sólo hay dos cuerpos que se retuercen, que jadean, que se traspasan el calor y esas gotas de sudor que han empezado a intercambiar y que ya no van desde un Amo a una esclava, sino que se funden en un cuerpo y en otro. Es entonces cuando se da cuenta de que está actuando con absoluta libertad, que nadie le prohibe disfrutar o gozar, que nadie le está ordenando tocar, deslizar los dedos por ese cuerpo que por primera vez es suyo.
Han tenido que pasar muchos días de entrega, de dolor teñido de placer, de humillación consentida y, a veces, disfrutada, de sometimiento aceptado, de esfuerzo para ofrecerle un placer que ciertamente era también el suyo. También ha tenido que pasar mucho tiempo de silencio, de ocultar unos sentimientos que, paradójicamente, él tampoco se atrevía a desvelar, pero hoy, cuando se siente libremente poseída, libremente penetrada, a punto de convulsionar y romperse en mil pedazos, sin la obligación de esperar una orden o un permiso, es cuando más le desea, cuando más segura está de que ya no habrá una vuelta atrás, de que más que nunca y sin que se vislumbre un final, será su Amo, su Señor, su auténtico Dueño, esa persona que la guiará y la protegerá y a la que ella servirá como una esclava pero también como una amante.

jueves, agosto 24, 2006

La recompensa


El Amo entra en la habitación y ve a su sumisa que, desnuda, de rodillas, sentada sobre sus talones y con las manos en la espalda, le espera sin atreverse a levantar la cabeza para mirarle.
"Excelente, sumisa", la felicita el Amo. "Cada día te comportas mejor. Me tienes muy contento y para demostrártelo hoy vamos a tener una sesión en la que vas a disfrutar al máximo, dando placer a tu Amo".
Ha dispuesto la sesión en cuatro partes. La primera, los azotes. Una tanda de cincuenta azotes con la sumisa sobre sus rodillas como una colegiala traviesa, interrumpidos por cinco minutos de permanecer en un rincón de cara a la pared y seguidos por una nueva tanda de otros cincuenta, porque en algún sitio ha leído que cien es una cifra razonable. La sumisa obtiene así su primera satisfacción y para demostralo se queja y gime sin llegar al llanto.
La segunda parte es para que sienta el placer de la humillación. La ordena ir a cuatro patas hasta la cocina, así puede ejercer de perra, le prepare un whisky y regrese con él en la boca, a gatas y, por supuesto, sin derramarlo. La sumisa cumple su papel a la perfección y como premio, el Amo vierte en el suelo medio whisky y se lo ofrece para que lo lama, compartiéndolo con él.
Le sigue el bondage. Sumisa boca abajo en el suelo, brazos juntos en la espalda, muñecas juntas, piernas dobladas hacia arriba y cuerpo arqueado por las cuerdas. Como premio final, bragas dentro de la boca y una cinta adhesiva como mordaza. Y como, posiblemente, no esté obteniendo ninguna satisfacción, la consuela con una serie de toqueteos ante los que ella se siente indefensa y, por supuesto, feliz.
La última parte de la sesión trasncurre en el potro. Sumisa a caballo sobre él, manos atadas a la espalda, pinzas en los pezones y un leve movimiento de caballito de feria para que el placer sea completo y pueda trasmitírselo a su Amo.
"Bien, sumisa mía", le dice cuando ya ha terminado. "Has estado maravillosa. ¿Te ha gustado?"
"Sí,Amo, me ha gustado mucho"
"¿Has sentido placer"
"Sí, Amo, mucho placer"
"Magnífico. Creeme que ha sido una de las mejores sesiones que ha tenido tu Amo y para recompensarte y que obtengas ese placer que tanto ansías, para terminar, te voy a dejar que me la chupes"
La sumisa levanta la cabeza y mira a su Amo. Por primera vez, sonríe y comienza a dar saltos alocados.
"¡Oh! Sí, Amo, me va a dar usted el placer con el que he estado soñando durante toda mi vida", duda un instante y luego sigue. "Lo malo, Amo, es que no estoy segura de que se la pueda encontrar".

Y después de la broma las preguntas:
¿Qué creéis que sería lo que tendría que hacer el Amo o qué creéis que haría?"
1. Soltar una carcajada, darle un beso a su sumisa e irse juntos a tomar una copa.
2. Salir enfadadísimo de la habitación, dar un portazo e ir en busca de un protésico.
3. Imponer mil castigos horribles a su sumisa.
4. Expulsar a la sumisa de su cuadra.

martes, agosto 22, 2006

Iniciativa


¿Debe una sumisa proponer a su Amo la realización de ciertas actividades, ya sea dentro o fuera de una sesión, o debe permanecer pasiva en espera de que sea él quien diga lo que hay que hacer? ¿Puede proponer compartir una cena en un restaurante de moda, ir al cine a ver una película por la que hayan mostrado interés o, más aún, es lícito o conveniente que sea ella quien proponga o quien inicie un contacto sexual por la única razón de que le apetezca?
Sólo soy una sumisa principiante que se acaba de ganar gracias a la generosidad de su Amo el derecho a pregonar a los cuatro vientos quién es mi Dueño, pero para mí la respuesta está totalmente clara o, por lo menos, debería estarlo. La sumisa es un ser humano y, por tanto, con los derechos inherentes a los seres humanos, uno de los cuales es tener iniciativa. No creo que por el hecho de haber cedido su voluntad a otra persona, se haya perdido al mismo tiempo0 toda capacidad de decisión o de iniciativa.
Pero es que hay más. Desde el primer momento, mi Amo me ha permitido hacerle cualquier pregunta que se me ocurriera sin ninguna traba, sin el protocolo de tener que pedir permiso, salvo, por supuesto, durante nuestras sesiones. También me ha autorizado a hacer un comentario respetuoso sobre cualquier circunstancia y estoy convencida de que una cosa y la otra han influido decisivamente para enriquecer nuestra relación, para hacerla más fructífera y para lograr que él no sea sólo mi Amo y mi Dueño, que lo es, sino también mi amigo. Creo que lo mismo ocurriría si cualquier sumisa tuviese esa capacidad de proponer que mencionaba al principio.
Soy consciente de que no todo el mundo pensará así, sobre todo, que no lo harán muchos Amos y es posible que entre las reglas primordiales del BDSM no exista la que comentamos, incluso que se considere un pecado mortal tener tal pensamiento, pero si fuera verdad que nadie de esta comunidad se escandaliza de que una simple sumisa dé su opinión, la mía es la de que esa regla debería existir e intentar que se cumpliera.

domingo, agosto 20, 2006

Ya es mi propietario


Lleva su mano hasta mi cabeza e introduce los dedos entre el cabello, como si quisiera darme un masaje o comprobar la textura del pelo. Sé que no puedo mirarle directamente a los ojos, que debo mantener la mirada en el suelo y por eso me es imposible observar sus movimientos. El que hace deslizando los dedos por mi mejilla y un poco después por los labios; el que conduce su mano por mis hombros y por mis pechos, hasta hacerlos temblar con el roce; después, recorre mi vientre desnudo e insinúa los dedos entre mis muslos pero durante tan poco tiempo que apenas dura un instante. Luego, se retira y mientras lo hace me ordena que me ponga de rodillas. Sé lo que está a punto de suceder, algo tan importante para mí que no puedo evitar que un escalofrío recorra mi cuerpo desde la cabeza a los pies, que un nerviosismo cada vez más intenso me atenace, pero que una inmensa felicidad se apodere de mí, inundando todo mi ser.
Un momento después, regresa con el collar en sus manos, se sitúa frente a mí y, tras unas breves palabras, me lo coloca alrededor del cuello. Cuando termina, lo cierra con una llave que lleva en la mano y que vuelve a guardar en su bolsillo.
Y yo, que tanto he suplicado por ese collar, acepto su ofrecimiento y me convierto en su sumisa, totalmente consciente de la responsabilidad que asumo, del grado de sometimiento que voluntariamente acepto y, sobre todo, de que a partir de ahora, podrá disponer de mis actos y de mí misma en cualquier momento y a su entera voluntad, porque me acabo de convertir en un ser de su absoluta propiedad

jueves, agosto 17, 2006

La elección


Acabo de tomar una ducha y me encuentro sentada en la butaca del dormitorio, vestida únicamente con mi albornoz pues he de estar preparada para cuando llegue el Amo. Estoy distraída, leyendo ese libro que él me trajo ayer y que me está encantando.
De pronto, oigo el ruido de la llave en la cerradura y doy un respingo. He de llegar antes que mi Amo y no sé si lo lograré. Por el camino me voy quitando el albornoz y cuando llego al salón me lanzo materialmente al suelo, desnuda ya y me pongo de rodillas, con el cuerpo derecho y las manos en la nuca. Pero mi Señor ya está allí y yo pienso que no me libro de un castigo. Bajo la mirada al suelo.
-Hola, sumisa -me dice-, ¿Cómo ha ido el día hoy?
-Bien, mi Amo -respondo con voz apagada.
-Oye, vístete, hace frío. Y después prepara la cena, tengo hambre.
Me levanto en silencio, regreso al dormitorio y me visto como él me tiene ordenado: una camiseta y una falda ancha. Sin ropa interior, por supuesto. Luego, le pongo los platos sobre la mesa y añado los cubiertos y el vaso y cuando ya se encuentra sentado, me acerco con la comida.
-¿Y tus platos? -me pregunta cuando dejo la fuente a su alcance.
-¿Mis platos, Señor?
-¿No cenas?
-¿En la mesa, Señor?
-¿Me vas a discutir?
-Claro que no, Amo.
-Entonces haz lo que digo. Quiero que cenes conmigo.
Me siento cohibida, pienso que está tramando algo pero le obedezco sin rechistar. Coloco un servicio y me siento al otro lado de la mesa, frente a él. Empezamos a comer. Mi Amo habla durante un rato sin parar, parece que está de buen humor, pero yo no me atrevo a mirarle, como en silencio y mantengo la cabeza baja. Después de un rato, deja los cubiertos sobre el plato y cruza las manos sobre la mesa.
-Dime, sumisa, ¿qué te gustaría hacer esta noche?
-¿Hacer Amo? No le entiendo, Señor.
-Sí, hacer. Esta noche haremos lo que tú quieras.
Me es imposible creer lo que estoy oyendo. Aun así, por mi cabeza pasan una serie de actividades entre las que esta noche puedo elegir: ir al cine, pasear, tomar una copa, dormir en una cama, bailar en una discoteca...
También he dejado de comer. Levanto la mirada y compruebo que está esperando una respuesta. Bajo la vista otra vez.
-Lo que usted desee, mi Amo.
-No te he preguntado eso, sumisa -sonríe-. Te he preguntado qué quieres tú.
Repaso mentalmente las mismas actividades y, de repente, me doy cuenta de que no me apetece ninguna. Miro a mi Amo y retiro de nuevo la mirada.
-Esta noche Amo, quiero que vuelva a usarme.

miércoles, agosto 16, 2006

La perra


Mi Amo me ordenó ponerme a cuatro patas y acercarme a la mesa en la que se hallaba comiendo, me dio una palmadita y puso un recipiente sobre el suelo con una carne mezclada con salsa de tomate en su interior. Al lado, puso otro bol con agua. Me mandó que comiera y yo, que sabía que tenía prohibido utilizar las manos, incliné la cabeza sobre el recipiente y traté de tragar aquella carne tan difícil de ingerir. Cada vez que metía la nariz en el recipiente, la cadena que partía de mi collar tiraba de mi cuello, pero aun así, hice todo lo posible por cumplir las instrucciones de mi Amo. Y lo hice. Con mucho esfuerzo pero lo hice. Al final, levanté la cabeza, con la nariz y la boca llena de salsa de tomate pero feliz por haber satisfecho los deseos de mi Señor. Entonces, me ordenó que bebiese un poco de agua pero al hacerlo volqué el recipiente, derramando el agua por el suelo. Mi Amo me miró como si no comprendiera cómo había sido posible que su perra hubiera cometido tal torpeza y levantándose de la silla que había estado ocupando, me ordenó que me marchara de allí, que me alejara de su presencia y que no volviera hasta que él me llamase. Luego, soltó la cadena y me dio dos azotes que ya no fueron palmadas, sino azotes de castigo.
Me alejé de su lado sin atreverme a levantar la cabeza, anduve con mis improvisadas cuatro patas, desnuda y temblando y antes de salir del cuarto empecé a llorar. Pero no lo hice porque hubiera tirado el bol, ni porque mi Amo me hubiera reprochado mi actitud o me hubiese pegado. Ni siquiera por miedo a un castigo o porque, incumpliendo mi obligación, le hubiera hecho enfadar. Lloré durante mucho tiempo porque me había apartado de su lado cuando sabía que no podía vivir sin su presencia.

martes, agosto 15, 2006

El collar


Ayer me preguntó mi Amo que sería capaz de hacer para conseguir mi collar definitivo. Le dije que lo que quisiera ordenarme, en lo que pudiera parecer una respuesta poco meditada, fruto del anhelo por conseguir un collar que me llenaría de orgullo y de satisfacción. Se podria pensar que no fui capaz de prever que estaba en su derecho de exigirme las pruebas más difíciles, las más humillantes o aquellas que el sabe que me costaría media vida realizar. Y hasta ellas se fue.
"¿Y si te pidiera que usaras cera, que practicaras sexo con cualquiera, que le hicieras una felación al primero que te encontrases o que te exhibieras públicamente como yo te indicase? ¿Lo harías?"
Le respondí que sí; luego, añadí que para hacer lo que me pedía tendría que mandármelo y que estaba segura de que en ese momento no me lo iba a mandar. Mi Amo me aseguró que esas palabras demostraban mi confianza en él y que por supuesto no iba a mandarme hacer algo que pudiera perjudicarme.
Claro que confío en mi Amo, lo hago ciegamente y sé que nunca haría nada que pudiera perjudicarme. Por eso, al final de esa conversación le dije: "No sé en el futuro pero si algún día me manda hacer algo de eso, me gustaría cumplir sus deseos de la misma manera que los cumplo ahora". Pero sé que los deseos de mi Dueño no van por ese camino.
Al final de la tarde y cuando ya habíamos hablado de muchas cosas más me prometió que muy pronto me pondría la prueba para la obtención de mi collar y a mí, si pudiera, me gustaría pedirle que me la pusiera cuanto antes, porque si él cree que merezco llevarlo junto a mis grilletes, yo estoy deseando hacerlo.

viernes, agosto 11, 2006

La Mazmorra


Siempre me produjo un enorme nerviosismo entrar en ese cuarto, un auténtico placer pero una innegable ansiedad. El cuarto de las sesiones. El lugar donde mi Señor me humilla, me azota, me usa; el sitio donde le sirvo, donde, como esclava fiel, me esfuerzo para que sea feliz.
Ahora estoy en ese cuarto. Me he desnudado y espero su llegada. Cuando aparece por la puerta, me arrodillo y me ofrezco en esa posición que él me ha enseñado. Me dice que me levante. Después, comienza un ritual diferente al de otras veces. Primero, me pone mi collar, ajustándolo bien sobre mi cuello. Después, me ata las manos a la espalda, me coloca una mordaza que me cierra la boca y que me aprieta de manera considerable y,finalmente, me coloca una venda sobre los ojos, de forma que la oscuridad se cierne sobre mí. Siento que engancha la cadena en el collar y que tira de mí hacia delante. Inicio un recorrido en total silencio. Atravesamos algunas estancias; lo sé porque las conozco, pero pasado un rato me pierdo en el laberinto de curvas, de posibles pasillos y de habitaciones. Después, mi Amo me coge del brazo y me ayuda a bajar una empinada escalera. Me guía pero no me habla y cuando al fin se acaba, continuamos brevemente por algún lugar que retumba con las pisadas. Y de pronto nos detenemos. Vuelve a tirar de la cadena que está agarrada a mi collar hasta que con un toque de su mano me indica que me detenga. Luego, me empuja hacia abajo, ordenándome que me siente en el suelo, un suelo frío y basto en el que por fin descanso.
Y así permaneco tanto tiempo que no sé cuánto ha pasado, pensando en lo extraño de aquel proceder, en lo raro de la situación. Sin embargo, cuando al cabo de un tiempo, alguien me quita la venda que cubre mis ojos, compruebo que estoy en una jaula, amarrada a los barrotes por mi collar, con un plato de comida en el suelo, un recipiente con agua al lado y que a mi alrededor se encuentra toda la parafernalia que he ido formando en mi mente: argollas, cadenas, potros, cepos, postes, látigos y ese olor caracterísitco a humedad o a lugar cerrado. Y cuando giro la cabeza para mirar al otro lado veo a dos muchachas que también desnudas, también atadas y asímismo sentadas en el suelo, dirigen su mirada al infinito. Sé que son ellas, a pesar de que nunca las he visto y como todo es tan extraño, tan inusual y tan intrigante, me pregunto con zozobra si no estaré soñando.

jueves, agosto 10, 2006


Me parecía imposible que un azote procurase placer, que arrodillarme delante de mi Amo me llenase de emoción. Me parecía extraño que permanecer atada, humillada, amordazada, cegada pudiera llenar de satisfacción. Que ser poseída, solicitada, usada condujese al éxtasis. Sabía que todo eso se hacía para el propio placer del Amo, que una sumisa debe procurarlo para su Dueño a pesar de todo. Hoy sé que el placer de mi Amo es mi propio placer pero también sé que es imposible vivir ya sin los azotes, sin la humillación, sin las mordazas o sin su posesión, pero no porque mi deber sea procurar su satisfacción, sino porque no puedo vivir sin mi placer.

martes, agosto 08, 2006


Me gusta cuando estoy reunida con mis amigos y recibo un mensaje de mi Amo ordenándome realizar algún acto que pruebe mi sumisión. Entonces, leo el mensaje y salgo a cumplir sus deseos sin importarme lo que haya dejado atras, pero con cuidado de que nadie sospeche y regreso feliz de haber satisfecho a mi Señor. A veces, cuando ya me encuentro relajada porque he cumplido con mi obligación, me llega un segundo mensaje que en lo más profundo de mí misma aún espero y me las ingenio para abandonar la reunión otra vez, para poner una excusa que posiblemente nadie cree, porque no puedo decir que no, porque no quiero decir que no. Y a lo mejor regreso satisfecha porque he alcanzado el éxtasis o temerosa porque no llevo ropa interior o divertida porque he hecho alguna cosa que para cualquiera sería disparatada pero que para mí es fundamental y de obligado cumplimiento. Al fin y al cabo, pertenezco a mi Amo y mi Amo es quien dice lo que tengo y lo que no tengo que hacer.

lunes, agosto 07, 2006

sumisa silvia


Soy silvia, sumisa y propiedad del Amo Tarha y mi único objetivo es servir a mi Señor de la mejor manera posible, con total dedicación y con absoluto esfuerzo. Sé que si lo hago, él me recompensará con una serie de gozos como jamás he experimentado en mi vida, que hará de cada momento de mi existencia un instante de placer, ése que me provoca al someterme y al adiestrarme adecuadamente para mi cometido, ése que me regala cuando me usa, cuando me azota, cuando me premia y cuando me castiga. Y así, poco a poco, iré mejorando mi condición de sumisa al servicio de un Amo que no tendrá inconveniente en llevarme con él a esa Torre en la que ejerceré como la última de las esclavas, por supuesto en su beneficio, pero también en el mío propio.