viernes, agosto 11, 2006

La Mazmorra


Siempre me produjo un enorme nerviosismo entrar en ese cuarto, un auténtico placer pero una innegable ansiedad. El cuarto de las sesiones. El lugar donde mi Señor me humilla, me azota, me usa; el sitio donde le sirvo, donde, como esclava fiel, me esfuerzo para que sea feliz.
Ahora estoy en ese cuarto. Me he desnudado y espero su llegada. Cuando aparece por la puerta, me arrodillo y me ofrezco en esa posición que él me ha enseñado. Me dice que me levante. Después, comienza un ritual diferente al de otras veces. Primero, me pone mi collar, ajustándolo bien sobre mi cuello. Después, me ata las manos a la espalda, me coloca una mordaza que me cierra la boca y que me aprieta de manera considerable y,finalmente, me coloca una venda sobre los ojos, de forma que la oscuridad se cierne sobre mí. Siento que engancha la cadena en el collar y que tira de mí hacia delante. Inicio un recorrido en total silencio. Atravesamos algunas estancias; lo sé porque las conozco, pero pasado un rato me pierdo en el laberinto de curvas, de posibles pasillos y de habitaciones. Después, mi Amo me coge del brazo y me ayuda a bajar una empinada escalera. Me guía pero no me habla y cuando al fin se acaba, continuamos brevemente por algún lugar que retumba con las pisadas. Y de pronto nos detenemos. Vuelve a tirar de la cadena que está agarrada a mi collar hasta que con un toque de su mano me indica que me detenga. Luego, me empuja hacia abajo, ordenándome que me siente en el suelo, un suelo frío y basto en el que por fin descanso.
Y así permaneco tanto tiempo que no sé cuánto ha pasado, pensando en lo extraño de aquel proceder, en lo raro de la situación. Sin embargo, cuando al cabo de un tiempo, alguien me quita la venda que cubre mis ojos, compruebo que estoy en una jaula, amarrada a los barrotes por mi collar, con un plato de comida en el suelo, un recipiente con agua al lado y que a mi alrededor se encuentra toda la parafernalia que he ido formando en mi mente: argollas, cadenas, potros, cepos, postes, látigos y ese olor caracterísitco a humedad o a lugar cerrado. Y cuando giro la cabeza para mirar al otro lado veo a dos muchachas que también desnudas, también atadas y asímismo sentadas en el suelo, dirigen su mirada al infinito. Sé que son ellas, a pesar de que nunca las he visto y como todo es tan extraño, tan inusual y tan intrigante, me pregunto con zozobra si no estaré soñando.

2 Comments:

Blogger Iohannes said...

mola

00:23  
Blogger Tarha said...

Se cuales son tu sueños,se cuales son tus anehelos;atrevete a soñar atrevete a sentir.
Tarha.

18:40  

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