jueves, agosto 17, 2006

La elección


Acabo de tomar una ducha y me encuentro sentada en la butaca del dormitorio, vestida únicamente con mi albornoz pues he de estar preparada para cuando llegue el Amo. Estoy distraída, leyendo ese libro que él me trajo ayer y que me está encantando.
De pronto, oigo el ruido de la llave en la cerradura y doy un respingo. He de llegar antes que mi Amo y no sé si lo lograré. Por el camino me voy quitando el albornoz y cuando llego al salón me lanzo materialmente al suelo, desnuda ya y me pongo de rodillas, con el cuerpo derecho y las manos en la nuca. Pero mi Señor ya está allí y yo pienso que no me libro de un castigo. Bajo la mirada al suelo.
-Hola, sumisa -me dice-, ¿Cómo ha ido el día hoy?
-Bien, mi Amo -respondo con voz apagada.
-Oye, vístete, hace frío. Y después prepara la cena, tengo hambre.
Me levanto en silencio, regreso al dormitorio y me visto como él me tiene ordenado: una camiseta y una falda ancha. Sin ropa interior, por supuesto. Luego, le pongo los platos sobre la mesa y añado los cubiertos y el vaso y cuando ya se encuentra sentado, me acerco con la comida.
-¿Y tus platos? -me pregunta cuando dejo la fuente a su alcance.
-¿Mis platos, Señor?
-¿No cenas?
-¿En la mesa, Señor?
-¿Me vas a discutir?
-Claro que no, Amo.
-Entonces haz lo que digo. Quiero que cenes conmigo.
Me siento cohibida, pienso que está tramando algo pero le obedezco sin rechistar. Coloco un servicio y me siento al otro lado de la mesa, frente a él. Empezamos a comer. Mi Amo habla durante un rato sin parar, parece que está de buen humor, pero yo no me atrevo a mirarle, como en silencio y mantengo la cabeza baja. Después de un rato, deja los cubiertos sobre el plato y cruza las manos sobre la mesa.
-Dime, sumisa, ¿qué te gustaría hacer esta noche?
-¿Hacer Amo? No le entiendo, Señor.
-Sí, hacer. Esta noche haremos lo que tú quieras.
Me es imposible creer lo que estoy oyendo. Aun así, por mi cabeza pasan una serie de actividades entre las que esta noche puedo elegir: ir al cine, pasear, tomar una copa, dormir en una cama, bailar en una discoteca...
También he dejado de comer. Levanto la mirada y compruebo que está esperando una respuesta. Bajo la vista otra vez.
-Lo que usted desee, mi Amo.
-No te he preguntado eso, sumisa -sonríe-. Te he preguntado qué quieres tú.
Repaso mentalmente las mismas actividades y, de repente, me doy cuenta de que no me apetece ninguna. Miro a mi Amo y retiro de nuevo la mirada.
-Esta noche Amo, quiero que vuelva a usarme.

1 Comments:

Blogger Tarha said...

Tres deseos te concedo,tres nada mas.Uno a tu razon,otro para tu alma,y el ultimo a tu corazon.
Tarha.

10:45  

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