Laura

El otro día conocí a Laura, una chica muy guapa que rebosa simpatía y con la que inmediatamente congenié. Me dijo que era lesbiana y yo, que al oír eso me quedé un poco aturdida, traté enseguida de reponerme y de aparentar naturalidad. Me invitó a salir una noche con ella para tomar una copa en un bar de chicas. Para que conociera el ambiente. Le dije que no soy lesbiana, me miró como si acabara de ver a un marciano y me respondió que ya lo suponía, que únicamente me invitaba como amigas.
He pensado mucho si aceptar la invitación de Laura porque aunque me producía una considerable excitación y una aún superior curiosidad, también me provocaba el ridículo temor de verme como protagonista de una inimaginable celada, pero después de reflexionar durante unos días y tras obtener el permiso de mi Amo, decidí salir con Laura a tomar esa copa y descubrir, de alguna forma, un mundo diferente al que conozco.
Ayer estuve en Escape. Es un bar como cualquier otro de los muchos que sirven copas. Decorado de manera funcional, predominan los tonos blancos y negros, tiene una barra extensa y al fondo varias mesas que, esa noche, estaban a rebosar. Lo primero que llama la atención es que allí no hay hombres. Lo segundo, aunque tal vez más importante, es que una se da cuenta enseguida de que las clientes de aquel lugar son, en su mayoría, auténticas bellezas, chicas de apariencia femenina, elegantes y muy alejadas del estereotipo que una ignorante como yo había forjado en su mente. Nos acercamos a la barra y pedimos la consumición y mientras la apurábamos inmersas en una charla distendida y amena, se nos acercaron varias chicas, amigas todas de Laura y a las que me fue presentando. Empecé a sentirme nerviosa, no ya con los besos de saludo en las mejillas, sino con el ambiente que se estaba creando. Nadie me preguntó nada ni tampoco Laura lo dijo pero desde el primer momento me di cuenta de que todas aquellas chicas daban por hecho que yo también era lesbiana y tengo que admitir que ese pensamiento me produjo una innegable convulsión interior.
Era tarde cuando Laura y yo salimos de aquel lugar. Se ofreció para llevarme en su coche de regreso a casa y yo acepté sin mostrar ninguna duda, satisfecha de como había transcurrido la noche y de la experiencia que había tenido. No recuerdo de que hablamos durante el trayecto, quizá porque no fue de nada importante. Posiblemente quedamos para repetir la salida en una fecha no determinada. Tampoco sé si hubo alguna frase subliminal o si mi nueva amiga hizo algún intento de acercamiento, pero lo que sí recuerdo porque es algo que no podré olvidar es la sensación que me invadió cuando mis labios se apretaron contra los suyos y se mantuvieron allí, acaso un instante o tal vez una eternidad.
Y sigo sin ser lesbiana.