Límites de la esclava

Crónica de una ilusión imposible
En mi opinión y teniendo en cuenta mi propia experiencia puedo asegurar que cuanto más controlada está una esclava por su Amo, cuanto más humillada o, entre comillas, cuanto peor tratada, más sometida se siente, más predispuesta a obedecer y, desde luego, más sumisa. Pero, también, más satisfecha. Y no creo que sea por miedo a las represalias o al castigo, sino porque le permite desarrollar su personalidad de esclava, mostrarse como tal ante su Amo y cumplir, de esa forma, su principal cometido que, como sabemos, no es otro que servir a su Señor y ser utilizada por él. Seguramente no hay mejor forma de conseguir ese objetivo que saberse controlada y sentirse humillada, ser consciente de que no puede hacer nada si él no lo autoriza, porque de esa forma la sensación de falta de libertad y de dependencia llega a sus cotas más altas.
Recientemente, mi Amo ha decidido ejercer sobre mí un control que podría calificarse de exhaustivo. Lo ha hecho estableciendo un horario que debo cumplir obligatoriamente durante las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, de forma que pueda conocer lo que estoy haciendo en cada momento o, dicho de otra forma, que esta esclava tenga la certeza de que su Amo sabe lo que está hacienco a cualquier hora del día o de la noche, desde la hora en que tengo que levantarme o acostarme hasta el horario de cada una de mis comidas. Desde las horas en que puedo usar el baño hasta los momentos exactos en que puedo ver la televisión, chatear, leer, hablar con mis amigos y mis compañeros y, por supuesto, el tiempo que tengo que dedicarle a él personalmente. Cualquier cosa que desee hacer está bajo su control o, por decirlo más exactamente, no hay nada que pueda desear hacer o planificar porque todas mis actividades están planificadas de antemano por mi Amo, incluyendo la hora del día en que tengo que realizar cada una de ellas. Fuera de eso, no hay otra posibilidad que pedir permiso y esperar a ver si él quiere concedérmelo o prefiere no hacerlo.
Y es ese control, prácticamente total, junto con la obligación de tener que estar permanentemente a su disposición porque en cualquier momento puede llegar una orden y el endurecimiento de algunas de esas órdenes lo que hace que me sienta más sometida, más esclava si se quiere y mucho más sumisa pues me hace ser consciente de que el poder y la dominación están de su lado y que yo no estoy más que para obedecer y para ser sometida a los dictados de su voluntad.
Y así se llega, en definitiva, a lo fundamental: el incremento de mi satisfacción por ser su esclava y, presumiblemente, de la suya por ser mi Amo.