sábado, marzo 28, 2009

¿Tiene una esclava tiempo libre?


Hace unos días me preguntaba un amigo por la clase de vida que llevaba cuando no dedicaba el tiempo a mi Amo, o lo que es lo mismo, cuál era mi comportamiento en el entorno laboral y familiar.
Salió a relucir el tema porque había leído en una de las entradas de mi blog que tenía prohibido establecer ninguna discusión ni siquiera en mi ambiente familiar o personal y, mucho menos, tratar de imponer un criterio en el debate sobre algún tema. Una esclava, según me ha enseñado mi Amo desde siempre, lo es las veinticuatro horas del día, todos los días del año y, por tanto, en ningún caso puede intentar ponerse ella misma o sus opiniones por encima de las de los demás.
También me ha enseñado mi Amo que el comportamiento y la actitud de una esclava debe mantenerse en todo momento y si bien, ahora, por las circunstancias personales que me rodean, estoy eximida de algunos comportamientos o puedo mantener una actitud más relajada en ciertos asuntos, no por ello estoy autorizada a eludir mis responsabilidades de esclava.
En ese sentido, estoy obligada a seguir cumpliendo todas las normas que mi Señor me tiene estipuladas, tanto cuando estoy con él como cuando estoy sola, en mi trabajo o con mi familia. Así, la obligación de ir sin ropa interior se extiende a cualquier lugar y en cualquier momento del día, lo mismo que la de usar falda, pantalón o cualquier otra vestimenta, la de ir peinada o maquillada de una determinada forma, la de sentarme como una esclava, la de adoptar cierta actitud en el autobús o en la calle, la de ir marcada o llevar una cadena alrededor del tobillo o tantas otras.
Cualquiera puede imaginar que estar sentada frente a alguien de tu familia, con una falda, sin ropa interior, sin poder juntar las piernas y sin poder cruzarlas es bastante azaroso, aunque hay trucos para que nadie sospeche nada.
En cualquier caso, es la obligación de una esclava.

jueves, marzo 19, 2009

Perra


Estoy segura de que a todas las esclavas nuestro Amo nos ha calificado, más de una vez, como perras, y también estoy convencida de que han sido frecuentes las ocasiones en que se nos ha ordenado ejercer el papel de esos animales, bien desplazándonos a cuatro patas, permaneciendo dócilmente a su lado o siendo conducidas mediante el uso de una correa enganchada a nuestro collar. Incluso, aunque no ha sido mi caso porque mi Amo nunca me lo ha ordenado, sé de esclavas a las que se les ha ordenado comer comida para perros.
Considero normal que mi Amo me llame perra y me adiestre para serlo cada vez mejor y con mayor dedicación y en ese sentido me siento orgullosa de ser la perra de mi Señor, comportarme y ser tratada como tal porque representa un estado muy importante de sumisión y una forma evidente de ser humillada y puesta en un lugar inferior al que corresponde al ser humano más inferior.
Sin embargo, al ser adiestrada como una perra (lo mismo vale para la palabra cerda u otras similares) se me plantean algunas dudas. ¿Está tratando mi Amo de deshumanizarme? ¿de convertirme en un animal?
He leído en muchos sitios, sobre todo en la literatura americana y alemana, que uno de los principales objetivos de un Amo debe ser convertir a su esclava en un ser inferior, incluso a los ojos de todo el mundo, y para ello el mejor método es hacer de ella un animal, lo que la situaría en un plano inferior al de cualquier ser humano. No discuto si eso es bueno o es malo, si es correcto a no porque cada uno tendrá su opinión, pero en el caso de que eso fuera así, de que mi Amo o el tuyo pretendiera deshumanizarnos, ¿seríamos capaces de asumirlo mentalmente, de llegar al convencimiento mental de que somos inferiores a un humano, de que somos perras?
Sé que existen técnicas de deshumanización y que se han empleado en algunas ocasiones, técnicas que han reemplazado a los antiguos lavados de cerebro pero no sé si yo como esclava o cualquier otra esclava llegaría a considerarse al mismo nivel que una perra, que una cerda o que cualquier otro animal al que, con frecuencia, se nos asocia.

martes, marzo 03, 2009

La esclava y el amor


Hoy me gustaría hablar de una situación que aunque no parece muy común dentro del BDSM, surge de vez en cuando y con la frecuencia suficiente para que yo ya haya conocido dos casos. Ambos son iguales.
Se trata de una esclava joven, entre veinticinco y treinta, que mantiene una relación de sumisión con un Amo algo mayor que ella, tal vez rozando los cuarenta. Es una relación estricta de BDSM, que ya dura casi dos años y en la que se incluyen la mayor parte de las prácticas comunes a este tipo de relación, incluyendo el sexo. Una relación profunda en la que ella es sometida y controlada prácticamente al cien por cien, aunque la esclava vive con su familia y el Amo con la suya. Mantienen contacto a través del chat con encuentros periódicos en un piso que el Amo posee y que está destinado a mazmorra.
Naturalmente, aparte de su relación, la esclava lleva una vida familiar y social, tolerada por su Amo, y trabaja en una empresa de informática, también con el consentimiento de su Señor. Pero resulta que esta esclava conoce a un chico y tras algunos encuentros y algunas salidas, conocidas y no prohibidas por su Amo, se enamora perdidamente de él. Y entonces surge la pregunta:
¿Es lícito abandonar la relación con su Amo e iniciar otra de otro tipo sin connotaciones de dominación ni de sumisión?
¿O debería pedir autorización a su Amo para dar por terminada la relación BDSM?
¿O debería renunciar a su amor y continuar disciplinadamente con la relación BDSM?
Como siempre diré mi parecer. En mi opinión la esclava debería hacerle saber a su Amo la nueva situación y esperar la reacción que, estoy segura, en más del noventa por ciento de los casos será de comprensión y autorizará a su esclava a iniciar una nueva etapa de su vida.
Pero, ¿y el diez por ciento restante?