Tiempo de despertar

Es curioso pero aun en mis circunstancias todavía tengo ánimos para soñar. Para soñar que estoy en una mazmorra y que durante las veinticuatro horas del día estoy sirviendo a mi Amo y siendo usada por él. Para soñar que a veces soy una perra que me paseo, como y vivo a cuatro patas o que soy azotada con las muñecas atadas al techo, hasta que mi piel parece romperse y llego a ese estado en el que desaparece el dolor, o que soy colocada en el potro o inmovilizada con complicadísimas cuerdas que me mantienen en vilo. Para soñar que allí me reúno con mis hermanas y que cada una tenemos nuestro cometido o participamos conjuntamente en una sesión que nos hace sentirnos más sumisas y mucho más sometidas. Para soñar, en fin, que llevo esa vida de esclava que hace que me sienta satisfecha conmigo misma y que es la que un día escogí para vivir.
Luego, de pronto, salgo de mi abstracción y me doy cuenta de que nada es real, de que todo está tan lejos que es inalcanzable para mí. Y es que, aunque me pese, no tengo más remedio que reconocer que los sueños solamente son sueños y que ya es tiempo de despertar.