Culpable

No quiero seguir ocultando que me siento culpable. Fue una certeza que empezó muy débil, que se desarrolló lentamente y que ha llegado hasta hoy cuando ya lo más razonable es pensar que nada va a cambiar. Y es verdad que en un principio, una vez superado el desplome inicial, tuve la sensación de que no iba a ser más que un leve impedimento, que todo volvería a ser como lo había sido antes. Pero no ha sido así y por eso, ahora, me siento culpable.

Culpable de no ser capaz de cumplir con mis obligaciones ¿Es posible una esclava cuando no se puede ser esclava? Culpable de engañarme a mí misma creyendo que no ha pasado nada, que no ha sido más que un pequeño contratiempo que se resolverá, no sé si por arte de magia, de forma total e inmediata.

Me siento culpable de tener miedo a que aquí y ahora se acabe todo, a que, en cualquier momento y de improviso, aparezca ese letrero que anuncie el final y que cuando eso ocurra yo no esté en condiciones de esquivarlo y de seguir mi camino triunfal hacia la meta.

Culpable de no haber tenido la destreza o el valor de conseguir lo que llevo persiguiendo desde hace tanto tiempo, de no haber hecho más que soñar sin fundamento. Me siento culpable de aburrir a la gente, de insistir en lo mismo una vez y otra, de compadecerme a mí misma.

Me siento, sobre todo, culpable de haber defraudado, de hacer perder el tiempo a quien ha confiado en mí, de obligarles a que mantengan su atención, su compostura, su interés y su dedicación mientras yo no les ofrezco nada.

Me siento cansada.