Prácticas extremas

No me gustan las denominadas prácticas extremas. Lo digo tajantemente y antes de aportar algún argumento que explique esa postura. No me gustan porque me parecen innecesarias y más propias de una relación sadomasoquista que otra de Amo/esclava. Los cortes, la electricidad, el branding, la zoofilia o el scat son prácticas que, desde mi punto de vista, no generan un mayor respeto o sometimiento de la esclava hacia el Amo, sino, seguramente, mucho más miedo y desconfianza.
La gente que se haya paseado por este blog sabe que no soy partidaria de los límites, que me parece ilógico que alguien que se califica a sí misma como esclava ponga límites a esa esclavitud y que si hay prácticas que no quiere hacer lo comente con su Amo y acepte la decisión que él tome o, en último caso, se busque a otro Amo. Digo esto porque en diferentes ocasiones me he preguntado cuál sería mi reacción si tuviera que someterme a cualquiera de estas prácticas extremas. Afortunadamente, para la mayoría de ellas no deberé tomar ninguna precaución porque, de la misma forma que yo, mi Amo también las rechaza, pero creo que si se presentara el caso, aceptaría someterme a ellas. A fin de cuentas, ya he sido sometida a alguna de estas prácticas que juzgamos en el límite y si bien es cierto que nunca creí que lo haría, cuando llegó el momento lo hice. Probablemente, porque no soy más que una perra al servicio de mi Amo.