viernes, noviembre 30, 2007

En el sex-shop



Hace unos días mi Amo me mandó visitar un sex-shop para ver la posibilidad de adquirir algún juguete que pudiera servirme en mi condición de esclava. En concreto, fui a por unas bolas chinas pero aprovechando que estaba allí y que iba acompañada por otras dos chicas decidimos rebuscar un poco por todos lados ante la atenta mirada del dependiente, un fornido chico poco hablador (No sé por qué la mayoría de los dependientes de sex-shop se ponen nerviosos cuando entramos chicas en la tienda). Bueno, el caso es que estuve viendo distintos tipos de vibradores y que hubo uno que me llamó poderosamente la atención. Según me contaron, y aparte de su espectacular tamaño, tenía un depósito en el que se introducía una sustancia que venía en sobrecitos aparte, con la misma textura, olor y sabor que el verdadero semen.
¡Qué barbaridad! ¡Qué inventos!
Se me olvidó preguntarle al dependiente si el lote incluía también preservativos porque, la verdad, no me apetece nada la idea de quedarme embarazada.