jueves, abril 05, 2007

En el hotel


Es una habitación de hotel que llama la atención. Es más bien pequeña, con una entrada a cuya derecha se halla la puerta que da acceso al baño, mientras que a la izquierda hay un armario empotrado, con las puertas de corredera. La habitación propiamente dicha tiene una cama que, sorprendentemente, se encuentra completamente deshecha, una mesita de noche y una ventana al fondo, pero aunque el cuarto es diminuto, hay otra sala más grande al otro lado de un arco que hace las veces de puerta.
No sé si mi Amo me ha dicho que suba y que le espere en posición o si ya estábamos los dos dentro, razón que explicaría el desorden que reina por todos lados. Sé que estoy desnuda y que me explica lo que pretende de mí. Cogida del brazo me lleva hasta los pies de la cama, me pone de cara a la pared, me levanta los brazos con las muñecas esposadas y las sujeta a dos perchas que hay clavadas en la pared. Y comienza la espera.
Se me hace imposible explicar el cúmulo de sensaciones que me invaden mientras espero el primer azote. No es sólo el nerviosismo que crece conforme transcurren los segundos; es también la absoluta indefensión que se siente, la ignorancia acerca de las intenciones del Amo, de la fuerza que va a emplear o de los azotes que me va a dar. Durante un instante, pasa por mi cabeza la idea de desistir, de abandonar. Enseguida recapacito y me doy cuenta de que estoy ante la gran oportunidad de mi vida, de que es imprescindible que soporte el castigo. Entonces, llega el primer azote y doy un respingo, no de dolor sino de sorpresa. Siento que el corazón se me va a salir del pecho y el Amo vuelve a pegarme. No lo hace con severidad, lo hace extrañamente suave, hasta que en el momento más inesperado la intensidad del golpe aumenta significativamente. Ahogo un grito y espero. Me acaricia. Llega el siguiente azote, otra vez impregnado de la suavidad de los primeros y luego otro y otro y otro...., hasta que todo se ocurece y difumina, hasta que la escena entera desaparece.
Entonces, me doy cuenta de que todo ha sido un sueño y siento que el despertar me produce una profunda decepción. Luego, lo pienso con sosiego y en ese momento sé que si bien ha sido un sueño, también ha sido una premonición, la premonición de algo que ya está a punto de llegar.