jueves, marzo 08, 2007

Él


Me ha enseñado lo que sé. Me ha convertido en esclava. Me ha hecho sentir el placer de ser esclava, me ha hecho desear la más absoluta humillación, que el dolor me provoque esa sensación que te eleva y te transporta a un mundo diferente. Me ha ofrecido en bandeja esa forma de vida que me deslumbra y me llena, por la que lucho con todas mis fuerzas y contra la fuerza de todos. Se ha reído conmigo. Me ha hecho soltar mil carcajadas. Me ha humillado hasta hacer que me sienta sucia y baja. Me ha piropeado, me ha alabado, me ha insultado. Me ha ordenado hacer cosas infames, me ha dominado hasta la más absoluta sumisión. Ha hecho que me sienta desvalida sin él, preocupada por su culpa, con la imperiosa necesidad de sentir su poder sobre mí. Me ha transformado en su esclava, se ha convertido en mi Dueño, en una persona a la que respeto profundamente y a la que, en cierta forma, también temo.
Y yo he intentado corresponderle, ser tan sumisa y tan obediente como he sido capaz. He tratado de satisfacer sus pretensiones y sus deseos y hacerlo de la forma que imaginaba podía proporcionarle más placer. Sé que ése ha sido el verdadero problema y que, a pesar de todo, lo seguirá siendo, pero intento superarlo y proseguir porque también me ha enseñado a saber que cuando se hace algo tiene que ser con el convencimiento de que se quiere hacer o, lo que es lo mismo, que si se está haciendo algo, adiestrar a una esclava patosa, por ejemplo, es porque se desea realizar.