viernes, octubre 20, 2006

La niña esclava


Temores de una niña que está sola, complejo de ser un bicho raro. Dudas ante lo que le es desconocido, búsqueda de lo que es imposible encontrar. Dolor ante el silencio de todos, silencio no culpable porque es ella la que no se atreve a preguntar.
Un día, siendo aún adolescente, alguien más fuerte que ella le dio una bofetada porque se había entrometido en una conversación ajena y ella, en vez de rebelarse como antaño o de protestar como solía hacer, se sintió merecedora de ese castigo, lo asumió y pidió perdón por una falta inexistente, esa que sirvió de excusa para la agresión.
Reacción de una niña que desconoce la palabra sumisión, que no sabe que hay gente dispuesta a entregarlo todo para no ser nada.
Otro día, ya algunos años más tarde, su nuevo amante tuvo la idea de alternar los besos con los azotes, de atar sus manos con pañuelos de seda, de estimularla con insultos que resaltaran el componente primitivo que todos llevamos dentro. La joven volvió a reaccionar, acosó al amante, lo envolvió en sus brazos, lo besó con pasión desconocida.
Ayer, la niña que durante un tiempo había sido una rebelde, la que se había enfrentado al mundo, la inconformista, esa oveja negra de la que tantos recelaban, averiguó dónde estaba su destino. Relacionó bofetada con azotes, azotes con besos y besos con insultos y supo lo que quería, lo que necesitaba para ser feliz. Y se convirtió en esclava.