miércoles, abril 29, 2009

Aniversario (y II)


Hace ahora ocho meses adquirí una larga y grave enfermedad. Aparte de un tratamiento complejo y un régimen de vida estricto en el que se incluyen frecuentes visitas al hospital y sin tener una idea demasiado concreta de cómo puede terminar todo, mi estado de ánimo ha sufrido un bajón considerable lo que ha hecho que mi esclavitud haya ido pasando a un segundo plano, no por deseo mío o de mi Amo, sino por obligación imperiosa. Mi Amo y yo hemos tratado de seguir adelante y seguros ambos de que, pese a todas las dificultades, deseábamos seguir, ha continuado sometiéndome con órdenes que no fuesen perjudiciales para mi salud, con controles que no supusieran un exagerado esfuerzo e imponiéndome una serie de normas, tanto en el comportamiento habitual como en el vestir o en otros aspectos de mi vida diaria para manterner en mí ese sometimiento que a su vez le confirmase como mi Amo y mi Señor.
Pero el porvenir no es muy halagüeño. Basamos nuestra esperanza y nuestro objetivo en el día que supere mi enfermedad. Entonces, nos decimos, nos dedicaremos a recorrer ese camino que ahora no podemos y me convertirá definitivamente en la perra obediente y fiel que quiere que sea. Lo malo es que ni yo misma sé si algún día seré capaz de superar mi enfermedad o si, por el contrario, todo es un sueño que no va a convertirse en realidad. Y mientras tanto, nos mantenemos bajo mínimos sin querer o sin saber reconocer lo que, probablemente, es la realidad.
Hay tardes en las que me siento ante el ordenador dispuesta a conectar mi Messenger y me doy cuenta de que no voy a causar más que una molestia a mi Amo porque no tengo nada que ofrecerle y porque no es justo que le obligue a mantener una conversación conmigo cuando seguramente tendrá cosas mucho más importantes o interesantes que hacer. Entonces, me levanto de mi silla y me dedico a pensar en esas ilusiones y en esos proyectos que ahora quedan tan lejos.
Esos son los sentimientos que me embargan hoy, cuando se cumplen tres años del día en el que se me ocurrió meterme en este mundo apasionante y distinto. Satisfacción y tristeza. Y una certeza triple: Que no me rendiré fácilmente, que pase lo que pase siempre me consideraré esclava de mi Amo, aunque ni siquiera sea ya esclava y que jamás tendré otro Amo.

jueves, abril 23, 2009

Aniversario (I)


En estos días se cumplen tres años desde que fui iniciada en la sumisión y en la esclavitud. Tres años en los que, a veces con más intensidad y otras con menos, mi vida ha estado sometida a mi Amo Tarha. Pasé de ser una simple aficionada al BDSM a convertirme en una esclava sin derechos y sin poder de decisión, incluso para las cosas más íntimas y personales. Mi adiestramiento fue, creo poder decirlo sin que nadie me tilde de presuntuosa, fulgurante. Me sometí totalmente a mi Amo y fui controlada hasta en hechos tan nimios y puntuales como las visitas al baño, las horas dedicadas a dormir o el momento en que debía regresar a casa tras una salida de fin de semana.
Recuerdo como si fuese hoy el día en que mi Señor me impuso el collar de esclava y recuerdo cómo al poco tiempo celebramos la ceremonia de mi paso de sumisa a esclava. En apenas unos meses me convertí en una esclava sin más restricciones y sin más límites que los que mi Amo consideró oportunos y sin otra libertad que la de poder ir cada día a trabajar. Muy cerca de alcanzar ese estado que se denomina 2477, aunque verdaderamente ya estaba a disposición de mi Amo las veinticuatro horas del día.
Hoy, cuando se cumple el tercer aniversario del comienzo de mi adiestramiento y de mi relación con el Amo Tarha me embarga un sentimiento doble.
Por un lado, de alegría por haber llegado adonde he llegado, por haber disfrutado de mi adiestramiento y de mi sumisión, por haber tenido la oportunidad de servir a mi Amo, por haber sido sometida y haber estado controlada pudiendo llevar así la vida que deseaba al servicio de mi Amo, por haber sido aceptada por él para servirle y por todos los momentos de satisfacción e incluso de placer que me ha proporcionado mi esclavitud.
Por otro lado, me invade un profundo sentimiento de tristeza.
Hubo un momento que fue clave para mí. Fue aquel en el que me disponía a traspasar la raya tras la cual no había ya marcha atrás y que separaba el deseo y el sueño de la realidad, el proyecto de ser una esclava definitiva, total y absoluta a la realidad de serlo. Un acontecimiento imprevisto y absurdo me impidió, en el último instante, traspasar la raya y pasar al otro lado y a partir de ahí, mi adiestramiento se ralentizó.
Mi Amo y yo, él con su infinita paciencia y yo con todo el entusiasmo que fui capaz de mostrar, tratamos de superar el contratiempo y si quiero ser sincera, debo decir que, poco a poco, empezamos a conseguirlo.
Pero nadie es capaz de prever todos los acontecimientos que van a suceder. Se van saltando todos los obstáculos que se encuentran en el camino, que cualquiera que esté dentro del BDSM sabe que son muchos, y se van superando todas las zancadillas que se ponen, que también son muchas, pero hay obstáculos y zancadillas que no se pueden superar.
Continúa

martes, abril 07, 2009

Soy propiedad de mi Amo


Dentro del BDSM es un axioma que toda esclava es propiedad de su Amo. Sin embargo, tengo la impresión de que en buena parte de las ocasiones eso es una rutina o una formalidad, que se sabe pero sobre la que no se ha recapacitado convenientemente.
Naturalmente, cada esclava tendrá un concepto distinto de lo que es ser propiedad del Amo y según ese concepto que tenga, así habrá consensuado este aspecto con su Señor. Pero una esclava propiedad de un Amo es equivalente a un perro propiedad de un amo o a una mesa propiedad de un amo, es decir, que depende enteramente de él y que no puede hacer nada que no quiera él.
Me pregunto a veces hasta qué punto sería deseable llegar. Por supuesto, cada esclava y cada Amo tendrán su propia respuesta pero pienso que lo deseable sería llegar lo más lejos posible, siempre, desde luego, tras un consenso y mientras dure la relación.
Sé que no es fácil llegar a ese punto y que para ello se necesitaría una entrega mental que no es sencilla de conseguir. Estar mentalmente convencida de que mi Amo es mi propietario en todos los sentidos, tan propietario como si me hubiese comprado en unos grandes almacenes o en una subasta de esclavas, que todos mis actos dependen de su albedrío y que durante las veinticuatro horas del día tan sólo puedo hacer lo que él quiera que haga.
Me pregunto si es posible llegar a un entrenamiento mental de tal calibre, si es posible que una esclava se conciencie de tal forma y que esté convencida, sin ningún atisbo de duda, de que su Amo es también su dueño.