lunes, febrero 26, 2007

Encuesta


¿Cuántas esclavas debería poder tener un Amo?
a) Una. ¿Para qué quiere más?
b) Dos. Podría disfrutar de lo bueno de una y de otra y desechar lo malo.
c)Todas las que quiera. Es libre de volverse loco.

jueves, febrero 22, 2007

Sumision mental


Cuanto mayor es la humillación que me infringe mi Amo, mucho mayor es la sumisión que experimento, seguramente porque, como explica El_Faro en un estupendo artículo, al disfrutar de esa humillación, me siento profundamente humilde, un simple objeto sin valor frente a mi Amo. Sucede lo mismo ante una experiencia fuerte y, sobre todo, ante una sesión más intensa de lo habitual, situaciones en las que aumenta enormemente mi grado de sumisión, haciendo que me sienta una perra ínfima carente de cualquier derecho. Pero al contrario de lo que opina El_Faro, ese sentimiento sí me perduda más allá de la sesión y hace que mi entrega mental sea mucho más profunda y que aunque se halle a una considerable distancia de mi Señor, me siga invadiendo el deseo de servirle y de satisfacer cualquier deseo suyo. En esos momentos tengo la sensación de que mi Amo lo puede todo, que domina totalmente a su esclava, una esclava que se siente vulnerable y perdida.
No sé si todo ello tendrá también que ver con mi forma de entender la sumisión. Pretendo que marque mi forma de vida, algo que sea más permanente y que no se circunsacriba al tiempo de una sesión, sino a un estado en el que la entrega o al menos la disposición para esa entrega sea continua y permanente.
De esa forma, espero alcanzar ese estado de sumisión mental que como afirma El_Faro es un estado superior, la sumisión más placentera y maravillosa aunque estoy de acuerdo también en que es la más delicada y peligrosa.

martes, febrero 20, 2007

Sexualidad de una esclava



Soy esclava y como tal mi libertad personal está significativamente restringida, aunque no de una manera uniforme. No lo está, en absoluto, para algunas actividades de mi vida privada, como proseguir mis estudios o relacionarme con mi familia. En este caso es mi Amo quien me otorga un privilegio que podría revocar sin que yo estuviera en disposición de hacer nada para evitarlo. También gozo de ciertos privilegios en relación con algunos asuntos cotidianos como puede ser la convivencia con mis amigos y conocidos, pero mi libertad se haya fuertemente comprometida en lo que se refiere al control de mis movimientos, a mi forma de vestir y, sobre todo, a mi vida sexual. Es en este aspecto en el que quiero incidir hoy.

Lo hago porque no hace mucho tiempo alguien me preguntó si como esclava tenía libertad sexual. Al responderle que no, noté que se sorprendía y que era esa sorpresa la que le llevaba a querer profundizar en el asunto.

Sus siguientes preguntas, siempre hechas de forma coloquial, fueron realizadas con la intención de hacerme ver lo que él consideraba un error o lo equivocado de una decisión que no podía llevarme a otro final que al fracaso de mi felicidad. ¿Cómo es posible que una chica de veinticuatro años renuncie a llevar una vida sexual completa para sumirse ante un Amo a cambio de una recompensa difusa y poco atractiva?

Nunca he sido una chica mojigata y no he tenido más que los prejuicios naturales ante la posibilidad de un encuentro sexual. Al contrario, creo que he tenido una vida sexual libre, satisfactoria y desprovista de complejos y por eso puedo decir que no creo que la persona que hablaba conmigo fuera consciente de lo que es una relación de sumisión. Claro que hay ocasiones en que es muy difícil mantenerse fría ante situaciones donde lo deseable sería dejarse llevar, pero el sentimiento de sumisión o el placer de la esclavitud es mucho más que la aceptación de que otra persona controle o vete tu sexualidad. Es una forma de entender la vida y de saber que sólo es posible alcanzar la satisfacción a través de la que le procuras al Amo.

Me gustaría terminar este pequeño comentario dejando en el aire una pregunta, fundamentalmente dirigida a las esclavas: ¿Creéis que vale la pena someterse a un Amo y renunciar a vuestra sexualidad a cambio de una recompensa que es ese Amo quien establece?

Creo que la respuesta es obvia.

jueves, febrero 15, 2007

Utopía


Un día, hace ya mucho tiempo, me dijo un amigo que quien no tiene una utopía no tiene futuro, que quien no aspira a alcanzar lo imposible se quedará siempre en el camino. Desde entonces he sabido que mi amigo tenía toda la razón para hablarme así, pero con el transcurso de los años he comprendido que es muy triste tener un sueño que sabes que es irrealizable, incluso mucho antes de tener una mínima opción de acercarte a él.
Ser una kahira es una utopía para esta esclava. También es un sueño y una meta pero se antoja tan lejano y tan imposible que aun siendo un sueño parece ser un deseo inalcalzable.
Hoy soy una esclava y sé que lo soy gracias a la comprensión de mi Amo, a su paciencia y a su forma de ver la Dominación. No lo digo para adularlo; lo menciono porque es verdad y tan es así, que estoy convencida de que la mayoría de los Amos no habrían tenido esa comprensión ni esa paciencia. Intento ser una buena esclava, obedezco con prontitud cualquier orden, me ofrezco para que mi Amo me use e, incluso a veces, pienso que se queda corto, que no obtiene de mí lo que debiera. Sé que puedo avanzar más y estoy dispuesta a hacerlo, sé que puedo llegar a ese estado en que mi Señor disponga de mí en cualquier momento y para cualquier deseo, pero también sé que es ilusorio pensar en que puedo traspasar ese límite.
Porque es utópico pensar en abandonar el trabajo de tu vida, la relación con las personas a las que quieres, no disponer de bienes, ni de propiedades, ni de futuro. Porque es utópico convertirse en un objeto absoluto, carente de poder de decisión, no estar en disposición de planear tu vida ni de escoger tu futuro, de expresar amor o placer si no es por deseo de tu Dueño.
Lo triste de todo ello es que además de utópico también es un sueño y, tal vez más que eso, un deseo. El consuelo es que, aunque como dice mi amigo, me haya quedado en el camino, nadie podrá decir nunca que no tuve una utopía.

miércoles, febrero 07, 2007

Sexo



Me hallo de rodillas, con los brazos extendidos hacia delante y la frente casi rozando el suelo, en esa posición de respeto que tan bien tengo aprendida. Todavía presento en el cuerpo las marcas lacerantes de los azotes y en las muñecas y en los tobillos las señales que han dejado las cuerdas que me han mantenido en esa postura forzada y humillante. Y ahora sé que ha llegado el momento, que por fin mi Amo me va a usar sexualmente. Es esa certeza la que me hace percibir la enorme inquietud que me embarga.

Mi Amo se pone en pie, adelanta un paso y se coloca frente a mí. Me coge del cabello y me obliga a levantar la cabeza.

"Chúpamela, puta de mierda", me dice al tiempo que suelta mi cabello.

Mi reacción es contradictoria. No puedo negar que la orden de mi Amo me ha excitado profundamente, que me ha hecho sentirme como esa esclava que deseo ser y que me veo obligada a realizar una acción absolutamente humillante porque el Dueño de mi voluntad así lo ha decidido. No es un sentimiento lascivo ni tengo la sensación de ser una mujer a la que su compañero le ha pedido que participe en el juego sexual. Es un sentimiento de humillación, la certeza de estar siendo vejada hasta situarme en ese papel de puta que en verdad me corresponde.

Ni siquiera me planteo otra opción que la de obedecer. Sé que no puedo negarme, levantarme de mi posición y abandonar la mazmorra, no ya porque hubiera sido impropio, sino porque mi principal pensamiento ha sido aceptar mi condición de esclava y actuar conforme a ella.

Conduzco el sexo de mi Amo a su objetivo y trato de cumplir mi cometido sin pensar en nada, tan maquinalmente como puedo, sabiendo que la humillación que siento representa la mejor manera que tengo de dar placer a la persona a la que sirvo y me someto y que ese placer suyo es mi satisfacción de esclava.

Un rato más tarde, mi Amo vuelve a ser ese amigo comprensivo que toma un café con su perra en el salón de su casa y yo pienso que acabo de traspasar la barrera, que estoy al otro lado y que ya no hay marcha atrás.