domingo, diciembre 31, 2006

Feliz 2007


Feliz 2.007

miércoles, diciembre 27, 2006

Locura de esclava


Quería vivir encadenada como una perra rabiosa, ser incapaz de moverme si no era a través de la voluntad de mi Dueño. Quería arrastrarme por los rincones de la mazmorra en la que vivía, no levantar la mirada, sentirme subyugada. Quería mostrar mi cuerpo roto por el látigo más severo, que su filo cortara mi piel y que de cada herida manase tanta sangre que todo se tiñera de su color. Que cuando acabase el látigo fuera sustituido por la vara para adornar mi piel con su marca violácea. Me extasiaba pensando en obtener el mayor placer a través del mayor dolor, experimentar si ese dolor era verdaderamente la causa de mi placer. Deseaba ser atada por las manos más expertas, elevada, suspendida, colgada de esas cuerdas hasta que mis huesos no resistieran más. Necesitaba ser obediente, cumplir cada orden a rajatabla, no tener derecho a ninguna decisión. Quería ser usada hasta el agotamiento, sentirme sucia y puta, la perra rabiosa que ha de vivir encadenada. Quería llevar grilletes y un collar alrededor del cuello y pedía que del collar naciera una cadena de fuertes eslabones. Deseaba ser tirada de ella y conducida a mi mazmorra, deambular a cuatro patas, comer como una perra. Quería ser exhibida de la forma más humillante, insultada y vejada. Ser la criada de mi Señor, servirle a todas horas, cumplir cualquier exigencia. Rechazaba toda intimidad, incluso para los quehaceres más personales, que todos mis actos fuesen producto del deseo ajeno, no tener vida propia. Deseaba ser esclava en pleno siglo XXI, carecer de voluntad, sentirme sometida.
Pero me tomaron por loca. Me llamaron pervertida y me condujeron ante el gran tribunal que dictó una sentencia merced a la cual se me perdonaba la vida a cambio de acceder a curar mi locura.
Y aún hoy sigo ese proceso de curación y el del olvido de mi perversión en este centro en el que estoy rodeada de prostitutas, de homosexuales, de trasvestis, de amos y de sumisas.
Pero yo sólo quería ser esclava.

sábado, diciembre 23, 2006

Feliz Navidad


Feliz Navidad para mi Amo Tarha, para mi hermana elena, para mi amiga Marta y para todos los Amos, las sumisas y las esclavas que han visitado este blog

viernes, diciembre 22, 2006

Deber de esclava



Me ha llevado hasta el otro extremo del cuarto tirando de la correa que sujeta mi collar y lo ha hecho con una brusquedad que no suele emplear, hasta el punto de que he dado un traspiés y he estado a punto de caerme al suelo. Allí, en el rincón, libera mis muñecas de las esposas que las han mantenido tras mi espalda y levantándome los brazos me los sujeta con sendas correas de cuero, allá en lo más alto, obligándome a sostenerme con el solitario apoyo de las puntas de mis pies. Me gira levemente para que quede mirando a la pared y se sitúa detrás de mí.

Durante unos segundos no hay más que silencio y quietud. Sé que se está moviendo por la habitación pero no puedo ver lo que hace, hasta que de improviso percibo su mano deslizándose sobre mi piel. No puedo evitar un estremecimiento que él también nota, me da dos cachetes y me susurra sus intenciones muy cerca del oído. Lo siguiente que me convulsiona es el impacto del látigo sobre mi piel. Me sacudo y me tenso; espero el siguiente que llega un instante más tarde.

A pesar del dolor me siento bien. Sé que estoy sirviendo a mi Amo y me siento orgullosa de ser su esclava, pero van cayendo, uno tras otro, los azotes y la sensación de quemazón empieza a hacerse insoportable. Por eso, intento no pensar en nada, abstraerme, comprender que mi único cometido es satisfacer a mi Señor, pero los golpes arrecian e inesperadamente se hacen extraordinariamente violentos. Ni siquiera el roce de sus dedos o el masaje que da con su mano a la zona dolorida puede aliviar mis sensaciones y cuando descarga la segunda tanda siento que se me rasga la piel y entonces grito. Mi Amo susurra algo, vuelve a azotarme y las primeras lágrimas se agolpan en mis ojos. Sé que no estoy teniendo el comportamiento ejemplar que él espera de mí pero mis gemidos se han hecho ya continuos, siento que me tiemblan las piernas y que de mi garganta está a punto de salir la palabra maldita. Sin embargo, no la pronuncio, cesan enseguida los azotes y mi Amo se acerca para besarme en la frente y para decirme cuánto placer ha sentido. Y yo vuelvo a llorar con más fuerza, aunque ahora no es por el dolor, aunque ahora es por la alegría de haber cumplido con mi deber de esclava.

martes, diciembre 19, 2006

Placer de esclava



Uno de los aspectos que más me ha costado comprender en la relación de sumisión que mantengo es el axioma según el cual el placer de la esclava está totalmente supeditado al del Amo, hasta el punto de que ella obtiene su satisfacción porque el Amo obtiene la suya.

Durante todo este tiempo he tenido la oportunidad de leer gran cantidad de material acerca de BDSM y he hablado con un buen número de Amos y de esclavas y en todas las lecturas y en todas las conversaciones he podido comprobar que esa aseveración se repite prácticamente de forma unánime.

A pesar de todo ello, no había sido capaz de comprender esa realidad y pensaba que la principal razón de ser esclava era conseguir la propia satisfacción para, a través de la relación con el Amo, alcanzar ese estilo de vida y esa sensación de placer a la que toda esclava tenía derecho. Si además de eso, el Amo conseguía su satisfacción, bien a través del comportamiento de la esclava o bien gracias a sus propias vivencias, mucho mejor para todos, pero no me sentía capacitada para asumir un pensamiento que no alcanzaba a entender.

Sin embargo, la adquisición de una mayor experiencia y el adiestramiento, a veces imperceptible, con que mi Amo me ha ido domando, me han hecho evolucionar de una manera que podría considerarse misteriosa. Hoy puedo decir que no tengo ninguna duda de que mi único objetivo como esclava, mi absoluto deber y mi derecho más preciado es conseguir la satisfacción y el placer de mi Amo y que todos mis actos deben ir encaminados en ese sentido. Pero aún hay más. Cuando siento el látigo sobre mi piel o cuando me hallo de rodillas delante de mi Señor o cuando me arrastro a cuatro patas como la perra que realmente soy sé que lo que busco ya no es mi placer sino el suyo porque sólo si consigo dárselo tendré yo el mío. Y a veces me entristezco porque me parece que no está suficientemente satisfecho con el dolor de su esclava o con su comportamiento o con su actitud o, incluso, con las circunstancias que rodean cualquier relación.

Me siento orgullosa de sentir así pero más que nada porque eso significa que estoy evolucionando positivamente y que estoy avanzando cada día más en mi realidad de esclava. Ojalá éste sea también otro motivo de satisfacción para mi Dueño.

sábado, diciembre 16, 2006

La ceremonia


Con el mayor cuidado he ido colocando todos los utensilios que voy a necesitar. Tres velas blancas, mi collar, la cadena, una libreta y el contrato que mi Amo ha redactado y que esta sumisa se dispone a firmar.. Luego, para calmar el nerviosismo que siento y que se está incrementando cada minuto que pasa, decido vestirme y permanecer arreglada el tiempo que falta para el inicio de la ceremeonia. Sujeto el cabello con una cinta como se me ha ordenado y me pongo ese vestido blanco, corto y sencillo, cogido en los hombros, que no usaba desde el verano y que será con el que permanezca todo el tiempo. Y cuando acabo, no me queda más que esperar.
Es increíble la sensación que me embarga, mezcla de entusiasmo y miedo, de nerviosismo y calma, de expectación y de felicidad por conseguir por fin aquello por lo que he estado luchando durante los últimos meses.
Por fin, llega la hora. Oigo la voz que me llama y que me conmina a que me ponga de rodillas. Después, esa misma voz me ordena que me presente.
"Soy silvia, sumisa del Señor Tarha"
"¿Y cuál es tu deseo, sumisa silvia?"
"Deseo convertirme en vuestra esclava"
Me pregunta si estoy dispuesta a afrontar el nuevo estado al que voy a acceder, si soy consciente de las consecuencias del paso que voy a dar. Más tarde, cuando he respondido a todas sus preguntas, me ordena encender las velas y disponerlas en triángulo en torno a mí, una a mi espalda y las otras dos a cada lado. Me manda que coja el contrato, me pregunta si lo he leído y si estoy de acuerdo con todos sus puntos y cuando le respondo afirmativamente, me manda que lo bese y que lo firme, que lo deje colocado a mi derecha.
Le toca el turno al diario, me explica lo que pretende que haga con él, me dice que lo bese y que lo ponga en el suelo a mi izquierda. Me ordena coger el collar y apenas puedo hacerlo por el temblor de las manos. Lo beso y me lo pongo. Obedezco y cojo la cadena para engancharla a mi collar y para entregársela a mi Amo, con toda la emoción con que una persona es capaz de hacer algo que es esencial en su vida.
"Aquí tiene a su esclava, mi Amo"
Y el mundo empieza a girar de forma diferente y todos me felicitan y soy consciente de que empieza algo nuevo que hará que cambie mi vida, que ya no soy quien era, que ahora soy esclava.

lunes, diciembre 04, 2006

D/s frente a S%M



Muchas veces me he preguntado por la diferencia entre un sádico y un dominante o entre una sumisa y una masoquista, es decir, qué distingue a la relación D/s de la relación S&M.

Para muchos se trataría de dos actividades diferentes; para otros sería solamente una cuestión de grados, pero la realidad es que apenas hay distancia entre una práctica y la otra, por lo menos si entendemos por D/s y por S%M lo que debe ser, esto es, consensuado.

Es evidente que un sádico es también un dominante y que una masoquista ha de ser una sumisa obligatoriamente, pero el razonamiento se puede llevar más lejos. En efecto, si se piensa con calma y desapasionadamente en el asunto, sin alarmismos y sin querer justificar lo que no necesita justificación, es lógico pensar que no sólo es verdad que un sádico y una masoquista, o al reves, son también dominante y sumisa, sino que lo mismo sucede desde el otro punto de vista. O sea, que un dominante es también un sádico y que una sumisa tiene que ser, aunque algunos puedan alarmarse, una masoquista

La inmensa mayoría de las definiciones califican al sadismo como aquel comportamiento merced al cual se obtiene placer infringiendo dolor, mientras que masoquismo es aquel otro en el que una persona obitene placer gracias al dolor. Pero, al menos desde mi punto de vista y también desde el de la gran mayoría de las personas dedicadas a estas prácticas, el dolor no es sólo dolor físico, sino también moral y mental y si esto es así, ¿Cómo puede definirse a una persona que siente placer azotando a otra, colgándola del techo, humillándola hasta anularla, haciendo de ella un objeto? O desde el otro punto de vista, ¿No es masoquista quien siente placer con el dolor de un látigo sobre su piel, de unas pinzas en los pechos o arrastrándose por el suelo para satisfacer los deseos de otro?

Debo decir que nunca me he creído masoquista, seguramente porque nunca me ha gustado el dolor, hasta que no he experimentado cierto tipo de dolor. Claro que me sigue sin gustar un dolor de muelas o de cabeza pero empiezo a disfrutar de las sensaciones que me provoca el látigo o la fusta, del placer que experimento al sentirme tratada como una perra, deambular a cuatro patas o ser insultada y humillada. Por eso, he dejado de pensar como antes y ahora estoy convencida de que además de sumisa soy también masoquista, por lo menos hasta un cierto nivel de masoquismo.

Estoy segura de que lo mismo le sucede a los demás.